El Cristiano admira la vida humana y descubre en ella un don de Dios, que la hace poseedora de un valor y una dignidad inviolables por lo que siente la llamada a:
Conocerlaen profundidad.
Recibirla con agradecimiento.
Defenderla de las amenazas.
Promoverla siendo fecundo.
Cuidarla creando las mejores condiciones para ella.
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